Es una de las que tiene mayores seguidores en la actualidad, es baja en carbohidratos, moderada en proteínas y alta en grasas, con el fin de acelerar la quema de grasas sin pasar hambre.

Sin embargo, su utilidad va más allá de eso. Existen investigaciones que demuestran su eficacia en padecimientos como el cáncer, la diabetes o el síndrome de ovario poliquístico.

Gracias a su impacto neuroprotector sobre el envejecimiento de las células cerebrales y sus efectos positivos en la mejora de la función mitocondrial, también ha generado interés como terapia potencial para trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer.

La evidencia  más clara y  más estudiada sobre la dieta “keto” y sus efectos como tratamiento a otras enfermedades, es la que arrojan los resultados en pacientes con epilepsias de difícil control, específicamente en niños.

Pequeños afectados con epilepsia refractaria, que han tenido un proceso médico con dos o más fármacos anticonvulsivos sin lograr la libertad de crisis, han reaccionado muy bien a este régimen alimenticio, con una reducción en las convulsiones en más de un 50 por ciento, e inclusive en algunas ocasiones eliminándolas por completo.

No es una dieta que debas implementar por ti misma para ti o tu familia, ya que debe tener un control estricto de las cantidades ingeridas y por ello, es de suma importancia que siempre esté vigilada por un especialista médico y nutriólogo. La decisión de iniciar la dieta o no debe tomarse después de realizar una evaluación integral del paciente y de haber analizado los factores de riesgo y la posibilidad de aparición de efectos secundarios. No es para cualquier persona, sobre todo por lo estricto y personalizado de las porciones a ingerir, solamente tu doctor puede determinar si eres o no candidato a ella.