La lactancia materna es básica desde las 24 horas posteriores al nacimiento y especialmente en los seis primeros meses de vida.

Protección única

Es un componente bioactivo, especie especifico, que es la  mejor fuente de energía y nutrientes para el recién nacido y lactante, está calificado como mecanismo de protección contra diarreas e infecciones potencialmente mortales. Investigaciones recientes en Reino Unido y Estados Unidos ya también reconocen la importancia de la leche materna en el desarrollo de la microbiota y el sistema de defensa de los nuevos bebés, advierte la neonatóloga Flor Abinader.

De acuerdo con cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel global, 78 millones de bebés no tienen acceso al seno  materno en la también denominada “hora dorada”, lo que no les permite recibir el calostro que, por su alto contenido en nutrientes y anticuerpos, es considerado la “primera vacuna” de los recién nacidos.

“El  contacto piel a piel permite el intercambio de bacterias entre la madre y la boca del bebé  contribuyendo efectivamente al desarrollo de nuevas comunidades en el organismo del recién nacido.  Nuevos estudios exploran ya la posibilidad de que las bacterias de la madre viajen desde su propio intestino hasta sus glándulas mamarias y de ahí las comparta a su hijo, en una especie de transferencia de resistencia ante las enfermedades”, detalla la subespecialista.

Sustituto efectivo.

Aun cuando la recomendación de la OMS es proporcionar lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida de los niños, hay casos en que, por diversas razones, algunas madres no pueden lactar. Una opción para el cuidado y fortalecimiento de la microbiota intestinal de bebés en esta situación es el consumo de probióticos. Bajo la supervisión del médico tratante, en situaciones de recuperación del equilibrio de la microbiota intestinal del bebé, una posible tratamiento es el probiótico de origen natural desarrollado a partir de la levadura Saccharomyces boulardii CNCM I-745®, disponible en comprimidos, cápsulas o en sachets —sobrecitos de polvo—, para facilitar su consumo.