¿Sabías que la casa ERDEM fue fundada en 2005 por el diseñador Erdem Moralioglu? Desde entonces se ha forjado un nombre en la industria, por su estilo poético, atemporal, poderoso y versátil.

A lo largo de 16 años ha establecido su lenguaje propio que es exuberantemente femenino y trasciende a la moda, para brindarle confianza a las mujeres para que las crea prendas. Se expresa apasionadamente gracias al carácter evocador y excéntrico de sus prendas que crea un balance fluido que está salpicado de una belleza intensamente romántica.

En realidad podríamos catalogar a ERDEM como un narrador. Dentro de sus colecciones hay un claro mensaje, en el que defiende a las mujeres heroicas, en un lugar particular del tiempo.

La casa de ERDEM es culta y erudita, respaldada por la creencia en el poder y la habilidad de la artesanía. La mente y la mano trabajan juntas para dar vida a la imaginación con precisión, maestría y la destreza irresistible de lo hecho a mano.

Historias entrelazadas

La colección del 15.º aniversario de Moralioglu, y el primer desfile desde la pandemia, capturó esa dicotomía en una oda purificada y clarificada a su propio cuerpo de trabajo. Presentado en la columnata del Museo Británico (en Bloomsbury), lo imaginó a través de los guardarropas de los mejores de Bloomsbury: Edith Sitwell y Ottoline Morrell, cuyos espíritus podría haberse cruzado fácilmente en uno de sus paseos nocturnos por Bedford Square. “Estaba realmente fascinado con estas dos mujeres, ambas de seis pies, que se conocían y donaron al Museo Británico”, dijo Moralioglu detrás del escenario, destacando sus enfoques independientes y formidables de la vida a principios y mediados del siglo XX.

Sus siluetas fueron talladas a partir de la primera mitad del siglo anterior, Moralioglu las retorció de sus líneas remilgadas y cambió las telas opulentas por otras «pobres», utilizando en su lugar el adorno como su factor de riqueza. Un delicado bordado floral enrollado alrededor de los vestidos parecía casi un estampado de cadena industrial, las faldas florales acolchadas estaban un poco mal pero geniales, y los vestidos de encaje transformados en prendas de punto un acento femenino. Esas tácticas crearon un sentido y una sensibilidad que hablaban de ese apetito post pandémico por el gran gesto amable.

De venta exclusiva en El Palacio de Hierro.